Más libertad implica más disciplina

Mi experiencia con el deporte, la disciplina y la libertad.


En este momento, me encuentro en un país muy diferente a lo que durante 21 años fue mi hogar. 9,566 km me separan de mi familia, de mis amigos, de mi equipo, de mi universidad y de lo lo que creí me “hacía” como persona. Ha sido un proceso muy interesante, sigo aprendiendo, equivocándome, y sobre todo, intentando. Suecia, me ha recibido con los brazos abiertos y también me ha retado y hecho crecer. Sin embargo, no pasa un solo día, sin que me sienta eternamente agradecido y sorprendido de estar aquí.

Viajar solo y pararme en mis propios pies me ha dado la oportunidad de conocerme de mejor manera, y sobre todo de reafirmar y poner en práctica conceptos que he estudiado y me apasionan. Aún así, debo de admitir que toda esta nueva experiencia me daba miedo. Unos meses previo a emprender esta aventura me inquietaba la idea de tener tanta “libertad”, me atemorizaba la idea de querer buscar un descanso de mis responsabilidades y pensaba, que quizás sin un estimulo externo me sería más difícil seguir una rutina. La idea de volverme complaciente y olvidar quién soy era atemorizante. Fue una situación peculiar. A pesar de que la disciplina en mi vida siempre ha estado presente, por primera vez me enfrenté al hecho de que ya no debía de rendirle cuentas a nadie, ni nada. Sintiéndome un poco perdido y con la cabeza llena de dudas hice lo que usualmente hago cuando busco respuestas: leer.

Así que, antes de comenzar mi aventura (y mientras escribía esto), me puse a leer y a buscar consejos de las personas que más admiro. Al mismo tiempo, busqué en mis en mis propias experiencias y reflexioné sobre mi relación con la disciplina a través de los años y sus mayores enseñanzas.

El deporte, la importancia del propósito, la congruencia y la verdadera recompensa de la disciplina, son algunos de los temas que son abordados aquí. Espero puedas encontrar algo de valor en mis pensamientos.

Como siempre, toma lo que te sirve y deja lo demás.

El Fútbol Americano

Estoy muy agradecido con el deporte que practico. Uno de mis primeros acercamientos a la disciplina fue en 2008, cuando empecé a practicar fútbol americano en mi escuela. Hasta ese momento, la espontaneidad y la “libertad” eran la norma y parte de mi día a día. Este deporte, recuerdo, en un principio, me sorprendió. No solo por los cascos y las hombreras. Sin duda, las reglas y el hecho de que golpear era permitido me llamaron la atención, pero detrás de todo esto, había algo que hacía de este deporte, algo hermoso: La disciplina.

Este deporte que escogí, a mi parecer, es el mejor deporte del mundo. El fútbol americano, lejos de solamente forjarte e inculcarte valores, te demuestra quien eres realmente.

Recuerdo, que en mis primeras temporadas, escuchar que tal persona había decidido dejar el deporte era normal. Su razón, casi siempre era la misma: mucha disciplina. En ese entonces, no lo lograba entender del todo. Para mi, la disciplina siempre había sido la solución, no el castigo. Y aunque en su momento, no podía explicarlo, hoy, a un año de graduarme, y acercándome cada vez más, al fin de una de mis etapas favoritas, puedo voltear para atrás y agradecer lo mucho que he aprendido.

El fútbol americano fue mi primer maestro y también, quién me expuso primero a la disciplina, es por eso que empezaré por la más grande lección que el deporte me dio:

Una de mis primeras fotos jugando el deporte que amo. Junio, 2009.

Más libertad implica más disciplina.

¿Realmente renunciar a la disciplina es libertad?

El deporte, me enseñó que, la verdadera libertad está en nuestra capacidad de escoger. Con el tiempo, he entendido que la disciplina, lejos de ser una imposición, debe de ser una elección. Con tantas posibilidades, es fácil sentirse abrumado. La disciplina no solo nos ayuda a escoger correctamente, si no que nos libera de los vicios, de las pasiones y emociones que nos limitan a alcanzar nuestro máximo potencial.

La verdadera libertad, reside en escoger nuestras decisiones, no en la mera capacidad de poder escoger.

Por ponerlo de otra manera: La decisión de hacer ejercicio, únicamente cuando nos sentimos bien y de comer comida chatarra a diario, siempre está presente. Pasar el día entero sumergido en las redes sociales. Los placeres inmediatos. Las adicciones. Todo esto, hoy más que nunca es más fácil escoger. La tecnología y la cultura de la satisfacción inmediata han convertido a la disciplina en una virtud difícil de encontrar hoy en día.

Requiere de madurez, amor propio y compromiso, saber que las opciones están ahí y aún así decidir ignorarlas. En todo caso, piénsalo ¿realmente te gustaría vivir preso del placer? Una vida donde nuestra capacidad de escoger está enjaulada a factores como nuestra comodidad, nuestros sentimientos, nuestros vicios, dependencias o incluso, a una pantalla.

Cuando estamos dispuestos a ser disciplinados y sacrificar los placeres inmediatos por lo que realmente importa, nos liberamos de la cárcel que trae la indisciplina personal. No basta con tener la capacidad de escoger, tenemos que escoger correctamente. Y sé que suena raro, pero piénsalo así: Levantarse temprano trae la libertad de cultivar momentos a solas, y de hacer aquello que nos llena y trae beneficios a largo plazo. Empezar el día temprano, para ejercitarnos, o trabajar, nos permite dar nuestra atención absoluta a cualquier responsabilidad que traiga el día. De la misma manera, apagar las notificaciones del teléfono, y escoger no ser preso de las redes sociales, nos permite conectar con las personas que amamos y crear relaciones de calidad. La disciplina es el verdadero camino hacia la liberación y la realización.

A lo que voy es que, las opciones para escoger hoy más que nunca, parecen ser infinitas. Sentarse por un segundo y pensar lo breve que es la vida y lo que nos gustaría hacer con ella, es de las acciones más difíciles pero transformadores que podemos hacer. De una manera u otra, pensar en vivir a nuestro máximo potencial nos lleva siempre, al camino de la disciplina.

Lo queramos o no, las decisiones que tomamos nos alcanzan. Si escogemos no disciplinarnos y ser presos de nuestras circunstancias y placeres, está bien. Podemos pasarnos la vida pensando que, la gratificación inmediata no tiene repercusiones, o podemos enfrentarnos a nosotros mismos, hacer el trabajo, y decidir nuestro futuro.

Te invito a que pienses por un instante: ¿Cómo sería el mundo si todos fuéramos presos de nuestros impulsos? ¿Qué pasaría si nadie en el mundo tuviera disciplina? y más importante ¿te estás convirtiendo en una versión de ti que te emociona?

El segundo paso.

La disciplina no solo es física, también es mental y espiritual. De nada sirve ser el mejor atleta del mundo, si no lo puedes traducir a tu vida profesional y personal. Incluso si tienes la mejor dieta pero no logras filtrar lo que consumes en redes sociales y pantallas estarías perjudicándote. De la misma manera, no sirve de nada, disciplinar tus emociones con los demás si con las personas que amas no puedes ser amable, paciente y asertivo.

La disciplina no es un destino, es un camino que escogemos día tras día. No nos levantamos siendo disciplinados, escogemos serlo. Lo repetimos una y otra vez, hasta que las hacemos parte de nuestra persona, y se convierten en un hábito. Requiere de paciencia, esfuerzo y dedicación. Y claro está, que en ocasiones fallaremos. No somos robots, ni nadie es perfecto. Cuando esto pase, vale la pena recordar que, ser disciplinado, no solo es ser duro contigo mismo, también es ser amable contigo mismo.

No nos lamentemos y perdamos el tiempo ¿y qué si te caíste o fallaste? levántate, sacúdete y vamos a la vida, de nuevo. Un paso a la vez.

La necesidad de un propósito y la congruencia.

La disciplina siempre debe de ser acompañada con congruencia. Aunque la disciplina es una hermosa herramienta para liberarnos, también nos puede limitar si carece de propósito.

¿Qué tipo de persona seríamos si solo somos disciplinados donde nos conviene? ¿Si nuestra disciplina solamente es para sentirnos superiores?

Congruencia

Construir y trabajar requiere disciplina, no es ningún mito. Sin embargo, hay algo vacío detrás del esfuerzo sin congruencia. Disciplina vacía, le llamo yo. Ese tipo de disciplina que te hace enfocarte en un área para abandonar por completo lo demás. Esa que te vuelve ciego a lo que verdaderamente importa y te infla el ego. La que no tiene consideración por nada más que tu propio bienestar. No podemos hablar de disciplina si no eres capaz de trabajar todas tus áreas personales. Desde lo físico, hasta lo mental, espiritual y por supuesto los valores.

Incluso si fueras un empresario exitoso, si no pudieras tratar con dignidad a otro ser humano y no cuidaras tu salud no estarías siendo una persona disciplinada o congruente. De nada sirve ejercitarte día y noche si lo haces por validación externa y te burlas del progreso de otros. Congruente es aquel que entiende que somos una obra en progreso y está dispuesto a aceptar sus errores y aprender de ellos. El que entiende que siempre podemos ser más amables, honestos, asertivos y menos egocéntricos. Que podemos cacharnos a nosotros mismos siendo incongruentes e intentar de nuevo. Que trabajar por una meta o construir algo no nos hace mejor que nadie.

Debo de aclarar que no estoy intentando demeritar el trabajo de alguien, y cierto es que el esfuerzo de cada persona, siempre es respetable y admirable. Me queda claro que todos estamos haciendo lo mejor que podemos con lo que tenemos. Sin embargo, siempre tenemos la capacidad de mejorar. Y más que una crítica es un llamado a la acción. Me gustaría invitarte a considerar si realmente la disciplina en un área en especifico, te está haciendo complaciente en otra(s).

Si hacemos el esfuerzo genuino, de aplicar la disciplina en todos nuestra persona y ámbitos personales, estaremos acercándonos a nuestra mejor versión. Incluso aunque jamás nos convirtamos en nuestra mejor versión, nos estaremos acercando y esto es suficiente. Cierto es que, nadie es perfecto, pero al balancear la disciplina con congruencia estamos construyendo un mejor futuro para nosotros y para el mundo.

Propósito

Vivir la disciplina, por fuerza, va a necesitar de un propósito. Algo que haga que te levantes en las mañanas y te motive a continuar cuando las cosas no estén saliendo como querías. El propósito nos hace recordar por qué empezamos a hacer las cosas. Nos mantiene honestos al trabajo y nos permite hablarnos con la verdad si nos estamos desviando del camino.

Hacer el trabajo difícil hoy, para hacer el camino más fácil a las generaciones futuras. Ejercitarte para poder crear recuerdos con tus hijos o nietos. Subir una montaña que representa todos tus miedos. Correr un maratón para retarte y conocerte. Dejar el lugar mejor que cómo lo encontraste. Ser buena persona para servir de inspiración. Ahí es donde está la disciplina convertida en propósito.

Empezar con tu físico siempre es una gran idea. La única manera de lograr un cambio es empezar con uno mismo. En el camino, seguramente, aprenderás sobre tu mente y lo que representas. Sin embargo, no podemos parar ahí, tus emociones, tus reacciones, e incluso regirte por valores es ser una persona disciplinada. Intenta aprender y escuchar las criticas. Aprende de ellas y trabaja por ser mejor que ayer. Toma en serio tu desarrollo personal y tu vida. Quien sabe, quizás encuentras tu pasión y si lo haces, recuerda, regalarle al mundo lo que aprendiste sin ninguna restricción.

Todos merecemos escuchar tu historia, tus aprendizajes y empaparnos de lo que te hace especial.

La verdadera recompensa es el proceso

En muchas ocasiones he caído en la errónea idea de que una vez alcanzara una meta iba a ser libre. Confundí una meta con un destino. Demasiadas veces perdí de vista que la verdadera recompensa estaba ahí, justo frente a mis ojos: en el proceso, no en el resultado.

Como dije, estoy a un año de graduarme. Estoy cerca de terminar mi carrera deportiva como jugador de fútbol americano y estoy seguro que será uno de mis etapas favoritas en toda mi vida. Recuerdo que muchas veces me dijeron que lo disfrutara, que jamás sabía cuando iba a ser mi último partido. Que el tiempo se pasaba volando.

Más allá de los triunfos, las metas, y los errores cometidos, lo más valioso siempre lo he encontrado en el día a día. En las amistades, en el cansancio, la felicidad, la tristeza, las decepciones y el apoyo.

El proceso ha sido mi verdadera recompensa.

Mi verdadera recompensa, septiembre 2024.

La meta vs la recompensa

Cuando empezamos a trabajar por una meta, es normal pensar que cuando la alcancemos nos vamos a sentir realizados. Creemos que, la meta es el punto culminante. Que cuando lleguemos, la gloria será eterna que las flores caerán del cielo y que finalmente nos reconocerán…c’mon.

Y aunque las metas son importantes, no podemos dejar de lado que solo son eso: metas. Después de cada montaña solo hay más montañas. Eso que te tomo tanto en construir, no es más que tu siguiente punto de partida. Las metas van y vienen, a veces , incluso cambian. Adaptarnos, también es parte de la vida.

La disciplina, sin duda nos hace ser parte del proceso, nos permite vivir, día tras día, repetición tras repetición, lo que una vida disciplinada exige. Por esto mismo, disfrutar lo que hacemos, enfocarnos y agradecerlo, es lo mejor que podemos hacer.

No importa lo que pase, o si el resultado termina a tu favor o en tu contra. Siempre tenemos la elección de disfrutar el camino, de voltear hacia atrás y ver lo bendecidos que somos y lo mucho que hemos crecido. Lo único que podemos hacer, es dar nuestro mejor esfuerzo y disfrutar y tener la mente en paz, que dimos todo lo que teníamos.

Si quieres que te cuente un secreto, paradójicamente, cuando cuando amamos lo que hacemos y actuamos con propósito las metas terminan cumpliéndose. Aunque eso se convierte en algo irrelevante…

Ganar la batalla a tu mente y levantarte temprano. Romper una barrera que pensaste jamás romperías. El progreso del día a día. Las personas que se sumaron en el camino. Lo que aprendiste, las personas que te apoyan y que creen en ti. Esa es la verdadera recompensa. No lo olvidemos, jamás.

La disciplina es el antídoto ante el verdadero castigo.

En la universidad, aprendí que, la disciplina, bien aplicada te ahorra el verdadero castigo. Realmente, los pequeños errores, corregidos a tiempo te salvan de problemas serios en el futuro. Hay una narrativa, cada vez más normalizada, que nos hace creer que necesitamos equivocarnos de manera monstruosa para aprender. Ya sabes, la historia que para emprender debes de apostarlo todo o que solo al alcanzar nuestra peor versión física logramos aprender la importancia de la salud.

La disciplina, me ha enseñado que esto es una mentira. Es más, me ha ofrecido un antídoto ante todo esto. Aunque, cierto es que la gran mayoría de personas, tenemos que pasar por momentos difíciles para finalmente aprender, es más sencillo, prevenir el problema que tener que resolverlo después. Podemos ahorrarnos el viaje por la miseria si usamos la disciplina de manera correcta.

Jeff Bezos, dice que aunque es importante tomar riesgos, jamás tendrías que llegar al punto, donde, para que tu empresa sobreviva debas de apostarlo todo. Cuando construyes con constancia tu vida y tomas decisiones que desde el principio te benefician, comprendes que no es necesario llegar al punto donde a cambiar drásticamente tu vida, es la única solución. Y aplica igual en todas las áreas de tu vida. No tendrías que esperar a que el doctor te diga que si no cambias tu dieta y te ejercitas, tu vida se acortará significativamente. Podemos escoger la disciplina hoy o podemos esperar al verdadero castigo, y te prometo, va a llegar. Eventualmente.

Desgraciadamente, el pagar con tu vida potencial muchas veces no es suficiente motivación para tomar control sobre tu situación. A veces necesitamos encuentros o advertencias reales para después caer en cuenta que necesitamos un cambio. Nada cambia, mientras más tardes en decidir más dificil será cambiar. El tiempo sigue corriendo, las responsabilidades se adueñan de ti y es más fácil decir “mañana empiezo” que “necesito un cambio, hoy”. No podemos esperar, la vida no es infinita.

Si decides no enfrentar tus problemas, correr de las responsabilidades, no cuidar tu físico, no descansar, y no invertir en relaciones que te amen genuinamente, conforme pasen los años encontrarás que el verdadero castigo no eran los 30 minutos de ejercicio, la ensalada, o la conversación difícil. Todos estos eran la solución a tus problemas. Eran antídotos ante el verdadero castigo.

Llegar al final de tu vida sin relaciones que ames. Cortar tu esperanza de vida por no controlar tus vicios. Las enfermedades evitables. El burnout. La soledad. Todos estos son tristes casos, por la sencilla razón de que son evitables. Son castigos auto impuestos por nosotros.

Suficientes historias existen, que sirven como advertencia de lo que una vida sin límites es. Reconócelas, escucha y escoge aprender. Quizás, en este momento estás siendo un ejemplo de esto, no lo sé.

Recuerda que, cada día se nos ofrece la oportunidad de escoger. Hora tras hora tenemos la opción de intentar una vez más. De poner un alto y cambiar lo que sabemos, nos limita. Atrévete a intentar.

Escoge la disciplina. Y como siempre espero escuchar de ti.

Nos vemos pronto, abrazo.

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