Pico de Orizaba, 2022.
Después de casi 2 años de pandemia, había alcanzado un punto muy bajo en mi vida.
Durante 2021, mi vida era muy diferente a lo que es hoy en día. El deporte que había practicado toda mi vida había sido puesto en pausa gracias a la pandemia, había subido de peso, no sabía que quería hacer con mi futuro y además, estaba enojado con la vida. Mi inmadurez y los inevitables cambios de la vida me obligaron a confrontar la realidad. La vida que estaba construyendo no me gustaba y darme cuenta de esto me dolió…y bastante. Mis decisiones me habían alcanzado. Sabía que necesitaba un cambio y lo necesitaba ya.
No sabía que hacer, mi vida parecía estar corriendo muy rápido y sentía que no le podía seguir el paso. Me sentía espectador de lo que estaba sucediendo a mi alrededor y no sabía que hacer. Y claramente, esto me estaba trayendo problemas.
Aunque mi hábito de la lectura no nació este año, en Octubre de 2021 mi acercamiento a los libros por primera vez fue diferente, ya no leía para pasar el tiempo. Por primera vez estaba buscando respuestas. Empecé a leer libros de autoayuda intentando encontrarle un sentido a mi propia existencia y entender que podía hacer para mejorar mi situación. Así fue como eventualmente llegué al estoicismo.
Ryan Holiday y sus libros fueron mi introducción y Las Meditaciones de Marco Aurelio me hicieron por fin cuestionar mi vida. Los libros me hicieron preguntarme quien quería ser y aunque no tenía la respuesta en ese momento, al terminar ese año, decidí que en 2022 sería diferente.
En ese momento no lo veía así, pero 2021 terminó siendo un gran año. Siempre podemos encontrar lo positivo en lo negativo, (amor fati) y aunque 2021 fue un año retador, sin dudarlo lo repetiría mil y un veces. Sin embargo, el año se fue dejándome un sentimiento de incomodidad y de insatisfacción. Me hice la promesa que esto no volvería a pasar.
No sabía quien quería ser, pero si sabía quien no quería seguir siendo.
En Junio de 2022 después de un entrenamiento cualquiera, me senté con uno de mis mejores amigos a comer. Mientras reíamos, bromeando pero no del todo, le dije que deberíamos de subir una montaña. Cuál, cuándo y en donde no era muy claro en ese momento y aun así, mi amigo sonriendo me dijo que me acompañaba.
Al día siguiente el Pico de Orizaba apareció en mi teléfono como un anuncio, parecía una señal. Buscamos información y ese mismo día sin pensarlo mucho, dimos el anticipo para subir “el techo de México”. Espero todos encuentren amigos que los acompañen a sus locuras. Soy muy afortunado de tener buenos amigos que me apoyan y me hacen mejor.
6 meses después y sin experiencia previa en montañismo, viajamos a Tlachichuca a intentar subir la montaña escalable más alta de México. El Pico de Orizaba no solo era mi mi desafío mental y físico más retador hasta ese momento, la montaña también representaba la culminación y el inicio de una nueva etapa en mi vida.
Mi primera vista al Pico de Orizaba.
Al empezar 2022, por primera vez decidí tomar control de mi vida. Empecé a buscar ayuda y mentores. Me rodeé de personas que me inspiraban a ser mejor y además, fui bendecido con figuras que me guiaron cuando más lo necesité.
El 2022 había marcado el inicio de una nueva etapa en mi vida.
No estoy muy seguro donde lo vi, quizás en un libro o en redes sociales pero realmente no es importante; Lo único relevante es que a principios de año escribí en un pizarrón 12 metas que ese año quería alcanzar. No todas eran especificas, la mayoría en realidad eran muy vagas y cuando las leo hoy en día no me hacen mucho sentido. Y aunque, me gustaría contar una historia y decir que el Pico de Orizaba era mi mayor meta y que estaba escrito hasta arriba de mi pizarrón, mentiría. La verdad era mucho más sencilla: en ese momento estaba preocupado por mejorar mis hábitos. La lectura, el comer saludable, ejercitarme, invertir en mi mismo y el journaling eran mis metas más retadoras.
Al pasar el tiempo, me empecé a sentir diferente. Por primera vez sentía que podía hacer más.
En Junio de 2022 me sentía confiado con las bases que había construido. La lectura fluía porque mi enfoque había cambiado, el deporte y mi amor hacia el, habían vuelto en el momento que empecé a darle la importancia que merecían. La dieta no pesaba, se había convertido un acto de amor propio y además, el journaling me ayudaba a clarificar mi mente y a darle voz a mis pensamientos. Estas acciones dejaron de ser mis metas y se convirtieron en actos de amor propio. Fue por eso que decidí que necesitaba una meta más grande, un reto o algo tangible. Algo más específico.
De cierta manera quería probarme a mi mismo algo. Sentía que si había logrado cambiar mis hábitos también podía lograr otras cosas. El Pico De Orizaba fue justo eso, un símbolo de La Eterna Evolución. Fue un acto de rebelión a la vida que había construido y un punto de inflexión en mi “nueva” vida.
Recuerdo ver la montaña por primera vez y sentirme diminuto a su lado. No dimensionas lo que estás haciendo hasta que te explican como usar un pico de hielo y porque es tu mejor amigo si te resbalas o te caes. Unas cuantas horas después de revisar el plan por última vez, nos fuimos a dormir. En menos de 6 horas saldríamos rumbo a la cumbre.
El ascenso fue lejos de ser perfecto. Antes de llegar al Glaciar Jamapa ya había vomitado dos veces. El clima hasta 5 horas después de empezar el ascenso empezó a mejorar, la mitad de nuestro grupo no alcanzó los 5,000 metros sobre el nivel del mar, no dormí nada y mis pies y manos se congelaron en repetidas ocasiones. Me deshidraté, mi agua se congeló y estaba mareado. Y aún así, cuando volteo hacia atrás se me dibuja una sonrisa y no siento más que gratitud.
Recuerdo perfectamente el silencio que había en el glaciar. Hasta ese momento jamás había experimentado algo parecido. Después de horas donde el único sonido era el de los crampones encajándose en el hielo, por fin nos sentamos a descansar. Mis ojos hipnotizados, solo podían ver la sombra del volcán contrastado con el reflejo del sol en la nieve. Las nubes que ahora estaban debajo de nosotros parecían un mar. Y de repente el frío en mi cara me trajo de regreso y la voz de Pedro, nuestro guía diciendo “Que onda ¿le seguimos?” me recordaron lo que estaba haciendo.
Un cambio en mi vida.
Quizás no me preparé lo suficiente, ni lo planeé de la mejor manera y aún así es de mis recuerdos favoritos. Y aunque no estoy promoviendo el no prepararse para subir montañas, si creo que las mejores experiencias son esas. Las que nos retan a salir de nuestra zona de confort, las que nos obligan a estar incomodos. Y claro, también las compartimos con personas que amamos.
Sal y rétate a ti mismo. Te prometo no te vas a arrepentir.
Nos vemos pronto, abrazo.
-Sebastián S.





La sombra del Citlaltépetl.


El glaciar Jamapa. Diciembre 4, 2022.




Braulio y los 70° grados de inclinación del glaciar.