El Efecto Dominó de la Lectura: Cómo un Hábito me Cambió la Vida


Leer, para mi empezó como una mera casualidad, después de meses encerrado a causa de la pandemia, empecé a sentirme estancado, sin motivación. Los días pasaban volando y la pandemia me estaba comenzando a pegar. Cada vez comía peor, pasaba más tiempo en mi teléfono y buscaba dopamina barata. Recuerdo que en un momento llegué a promediar 8 horas de uso de pantalla durante el día. 7 de ellas en redes sociales.

Así fue como llegue a las páginas de los libros. Llegué buscando una solución, buscaba encontrar un antídoto para el estilo de vida que yo solo había creado y reforzado por años. Quizás en su momento no lo sabía, pero los libros iban a cambiar mi vida.

La lectura es un hábito que jamás pensé que me transformaría tan profundamente. Ha sido mi botiquín de primeros auxilios, mi caja de herramientas para enfrentar la vida. Me ha dado innumerables lecciones y me ha inspirado a ser mejor persona, siguiendo el ejemplo de miles antes que yo.

La primera pieza del rompecabezas para mi fue la lectura. Los libros me llevaron a construir y solidificar nuevos hábitos.

Libros descartados

El acercamiento a los libros

Aún recuerdo cuando leí el primer libro que genuinamente me atrapó. En ese sentido fui muy afortunado, pues encendió en mi la llama de la curiosidad. La lectura, logré entender, es la manera más sencilla de aprender en cabeza ajena. Los libros ofrecen la oportunidad de tener pláticas con las personas más brillantes del mundo, independientemente de si viven o no. Las páginas te enseñan a desarrollarte como ser humano, a alcanzar tu máximo potencial como persona. En mi, la lectura fue el primer hábito saludable que desarrolle.

Sin saberlo la lectura me llevaría a desarrollar nuevos hábitos y hacerlos parte de mi persona.

Sin que yo lo supiera, las palabras escritas en esas hojas de papel me estaban llevando a reflexionar mi vida entera, me estaban invitando a pausar y cuestionar que es lo que estaba pasando realmente en mi cabeza. Los libros me regalaron uno de los regalos más transformadores que hay: la curiosidad.

La curiosidad de saber quién era y lo que realmente quería hacer en mi vida. La maravilla de poder aprender a diario y darme cuenta que por más que aprenda jamás sabré nada. La curiosidad y la ambición de saber que tanto me puedo desarrollar.

Gracias a la lectura y más específicamente al estoicismo llegué al journaling, una práctica que me intrigaba por todos lo beneficios que prometía. Para mi, la práctica activa de escribir y poner mis pensamientos en papel fue un cambio en la manera a la que vivía. Por primera vez pude observar mis pensamientos con precisión, empecé a entender como funcionaba mi mente y que es lo que pasaba dentro de ella. Logré poner mi día en revisión y rendirme cuentas a mi mismo. Logré cuestionarme, analizarme y hablarme con la verdad. Me hizo conocerme, a mi y mis emociones que durante años reprimí. No ha sido un proceso lineal y sigo aprendiendo todos los días sin embargo un pequeño hábito comenzó otro.

Gracias al journaling, entendí que no estaba escogiendo la vida que quería vivir, estaba siendo preso de mis patrones y siguiendo lo conocido. Además, aprendí que las emociones son sumamente importantes y que si pausamos a preguntarnos las preguntas correctas, nuestra vida puede ser única y trascendental.

La cadena de los hábitos positivos

Después de la curiosidad, entraron en mi las ganas de desarrollarme. La disciplina fue un tema primordial que estudié y sigo estudiando a diario. Leyendo pasajes sobre coraje y disciplina en personas que impactaron al mundo como, Theodore Roosevelt o Kobe Bryant encontré patrones que me ayudaron a conquistar mis propios retos. En ese momento siguiendo su ejemplo, pude cambiar mi dieta y hasta retomar mi estilo de vida saludable. Me inspiraron a creer que al igual que ellos, yo podía hacer con mi vida algo importante, algo trascendental. Me inspiraron a cambiar el mundo, empezando con mi propio mundo.

Un hábito que empezó como una mera casualidad, le dio a mi vida un orden y una estructura. Y aunque muchas veces me sentí rebasado y a punto de tirar la toalla, su ejemplo me inspiró a seguirlo intentando. Porque no importaba cuantas veces cayera, lo importante, aprendí, es siempre levantarse.

Los hábitos funcionan de esta manera, una vez que repites por cierta cantidad de tiempo una actividad, la fortaleces. Yo sin saberlo, había reforzado hábitos negativos durante mucho tiempo, lo que me llevo a ciclarme. A perderme. A ser preso de la cárcel que yo mismo había creado.

En cambio, los hábitos positivos te dan nuevas herramientas hacia un mejor futuro. Te liberan de los círculos viciosos. Te hacen mejor persona. Te ayudan a llegar a buen puerto. De la misma manera, los hábitos negativos te encarcelan de diferentes maneras. Una mala alimentación conlleva una mala salud. Una mala salud implica menos energía, más complicaciones en el futuro e incluso te pueden traer problemas emocionales. Los hábitos negativo te drenan, te limitan. Es por eso que escoger nuestro hábitos de manera consciente es de suma importancia.

La eterna evolución

La lectura al día de hoy me sigue transformando. Me ha hecho perseguir la eterna evolución. Me inspira a ser mejor, a hacer lo consciente inconsciente. A dejar el mundo mejor que como lo encontré. Al día de hoy entiendo que jamás podré pagarle a los autores, ni a los libros las diferentes enseñanzas que me han dado. Lo mejor que puedo hacer es regresar el favor y pasarlo a quien sea que lo necesite.

Empieza un hábito positivo. Nunca sabes a donde te puede llevar. Estoy seguro, te puede cambiar la vida.

Hasta la próxima, abrazo.

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